Para miles de niñas en Malaui, muchas cosas han cambiado desde que en 2003 Theresa Kachindamoto (1958) se convirtiera en la autoridad tradicional de Dedza, un distrito en la región central del país. Fue la primera mujer en la historia de su país en serlo, y ni siquiera ella confiaba en sí misma cuando su familia le comunicó que sería la heredera al trono de una larga lista de jefes con su mismo apellido, todos hombres. Desde que tomó posesión del título, su misión ha sido la de luchar para prohibir el matrimonio infantil, una tradición que ella misma define como “estúpida”, y devolver a todas esas niñas a la escuela. Hasta el momento ha conseguido evitar, según sus cálculos, más de 2.500 de esos matrimonios prematuros, pero reconoce que sigue habiendo mucho trabajo por hacer para defender los derechos de las niñas.

Cuando en marzo de 2023 el ciclón Freddy azotó Malaui, dejando más de 1.000 muertos y medio millón de desplazados internos a su paso, le saltaron todas las alarmas porque sabía que el principal motivo por el que los padres obligan a sus niñas a casarse es la pobreza. Fue entonces cuando se puso manos a la obra y recorrió las aldeas de su territorio para recordar a los jefes que no bajaran la guardia, que no cometieran ningún sinsentido ahora que la situación había llegado a un punto crítico. A pesar de que el matrimonio infantil está prohibido por ley desde 2017, el poder consuetudinario en algunas regiones sigue permitiendo que niñas menores de edad se casen: según la organización Girls Not Brides, más del 40% de las chicas en Malaui contraen matrimonio antes de cumplir los 18 años. Unicef calcula que esta cifra ronda el 32% en el Este y Sur de África.

Kachindamoto, cuyo nombre traducido significa “la que lucha contra el fuego”, recibe a EL PAÍS en su casa, en las entrañas de un bosque situado en la comunidad de Mtakataka, rodeado de campos de maíz, en plena temporada de siembra. Sentada en su silla de jefa en una oficina repleta de fotos y reconocimientos internacionales, y vestida con indumentaria tradicional ngoni (su tribu), habla sobre educación, roles de género y sobre las estrategias que ha implementado para detener el matrimonio infantil y promover la educación.

Pregunta. ¿Cómo la más joven de una familia de 12 hermanos, y además mujer, se convierte en una autoridad tradicional?

Respuesta. Me sorprendió mucho saber que iba a convertirme en jefa de mi distrito. Nuestra tradición dice que una mujer no puede serlo porque no puede ir a la guerra, así que aquel día de 2003 pregunté por qué me habían elegido a mí. Mi padre fue el que insistió en que yo iba a ser la que cambiase esta estúpida tradición, y que yo iba a ser la primera mujer jefa en Malaui. Así fue como todo empezó.

P. ¿Qué fue lo que le llevó a dedicar su mandato a la lucha contra el matrimonio infantil y a defender la educación de las niñas?

R. Antes de convertirme en jefa había trabajado durante más de 15 años en el colegio teológico de Zomba. Sé lo importante que es la educación, pero reconozco que al principio no sabía qué hacer con esta nueva responsabilidad. En aquellos años no sabía lo que pasaba en esta área hasta que un día encontré a una niña con un bebé llorando en su regazo. Le pedí a la niña que llevara al bebé con su madre, pero me explicó que el bebé era suyo. Me dijo que iba a cumplir 12 años dentro de un mes. Ese día fue una iluminación y decidí que no podía suceder más. Reuní al consejo de jefes de distintas comunidades y les dije que a partir de ese momento quedaban prohibidos los matrimonios prematuros bajo su jurisdicción. Si lo hacéis, les dije, os retiraré el título de jefe y os convertiréis en ciudadanos de a pie.

P. ¿Cómo reaccionaron?

R. La mayoría de ellos aceptaron mi voluntad de cancelar todos los matrimonios de menores y devolver a todas esas niñas al colegio. Al cabo de unos meses llegaron a mi oficina algunos jefes de mi área y me contaron que había otros que seguían permitiendo esos matrimonios. Lo que hice fue retirarles el título de forma inminente. Ese día revoqué del poder a 15 hombres. Cuando vinieron con las familias reales a disculparse y a decir que no iba a repetirse, se los devolví.Convenzo a los jefes de otros distritos para que no lo permitan [el matrimonio infantil]

P. Bajo su jurisdicción no están permitidas esas prácticas, pero ¿qué sucede en otras partes del país en relación con el matrimonio infantil?

R. Los jefes de otros distritos acuden a mí para saber en qué consiste y yo los convenzo para que no lo permitan en sus comunidades. Pero también hay otros jefes, por ejemplo en Salima, que al enterarse de la noticia vinieron y me gritaron diciendo que nuestra tradición lo permitía, y que qué me creía. En la educación de las niñas, como jefe, tienes que intentar hacer lo mejor por ellas, así que les rogué que dejaran de permitir esas prácticas, pero ellos se negaron escudándose tras la tradición y alegando que se trataba de una cultura muy antigua. Incluso me dijeron que mi familia cometió una estupidez por elegir a una mujer como autoridad tradicional.

P. El ciclón Freddy trajo consigo la destrucción de muchos cultivos, multiplicando la inseguridad alimentaria y la pobreza, y forzando a muchas mujeres a prostituirse. ¿Afectó también a los matrimonios infantiles?

R. Sí. Hacía tiempo que no sucedía, pero tras el ciclón dos chicas menores de edad vinieron a verme y me contaron que sus madres les dijeron que tenían que casarse y dejar el colegio. Fui a hablar con ellas y me aseguré de devolver yo misma a esas niñas al colegio. Las madres me decían que lo hicieron porque no tenían nada para comer y que por eso querían casarlas, pero les dije que ese mismo día fuesen a anular los matrimonios. Después de Freddy, volví a recordar a los jefes que no quería que pasara ningún sinsentido y que no se relajaran porque habría consecuencias. El ciclón provocó mucha destrucción y afectó a muchas mujeres y a la continuidad de la educación de las niñas, pero en esta área no se ha notado tanto, ya que llevamos muchos años implementando este sistema. Ninguna niña va a casarse bajo mi jurisdicción.He llegado a revocar del poder a 62 de los más de 300 jefes en mi jurisdicción

P. ¿Y cómo se entera usted de que esos matrimonios suceden? Hay casi un millón de personas en Dedza…

R. Tengo a mucha gente repartida por todo mi territorio. Son mis espías, quienes me chivan todo lo que sucede. Cuando recibo denuncias de que este o el otro jefe está permitiéndolo, hablo con su familia para que otra persona ocupe el cargo. Ahí se asustan. He llegado a revocar del poder a 62 de los más de 300 jefes en mi jurisdicción, y solo se lo devuelvo cuando se comprometen a detenerlo. Con los años me di cuenta de que los matrimonios prematuros y el abandono escolar estaban relacionados. Para atajar ese problema cree comités para motivar a las chicas a que no abandonaran el colegio y a que aquellas que lo habían hecho volvieran. También inicié todo el trabajo de las fuentes anónimas para informarme de esas malas prácticas. Hasta el momento, he detenido 199 matrimonios en mi área y más de 2.500 en toda mi jurisdicción.

P. ¿Cree usted que en Malaui las mujeres siguen siendo percibidas como inferiores en relación con los hombres?

R. La tendencia se está desvaneciendo poco a poco con la intervención de los jefes, las campañas para que las niñas vuelvan a la escuela y el trabajo de organizaciones que luchan por sus derechos. En Dedza, no hay ningún jefe ni ningún padre que pueda denegar a su hija el derecho a ir a la escuela: en mi área eso ha sido eliminado, pero aún tenemos un camino muy largo por recorrer como sociedad.

P. ¿Por qué sigue habiendo familias que permiten esos matrimonios?

R. La respuesta tiene la raíz en la pobreza. La familia del novio, como dote, da dinero o animales a la familia de la novia, y eso puede aliviarla momentáneamente. Esa es la razón principal. De hecho, la pobreza sigue siendo el principal obstáculo para la ejecución de mi trabajo de promoción de la educación para niñas. Las familias con mayores dificultades encuentran en la pobreza la excusa para casar a sus hijas y sacarlas del colegio. Como jefes necesitamos esforzarnos para que todas las niñas reciban educación.

P. ¿Todavía se practica el kusasa fumbi (limpiar el polvo)?

R. El kusasa fumbi es una práctica antigua que consiste en la preparación a la etapa adulta de las niñas, en el cual las anamkungwi (consejeras) enseñan a las jóvenes tras su primera menstruación a limpiar, cocinar y mantener relaciones sexuales para ser buenas esposas. Las niñas son obligadas a tener sexo con hombres llamados fisi (hienas), exponiéndose a contraer enfermedades de transmisión sexual. Estos rituales ya no suceden en mi área desde que he puesto a espías. Hace unos años sí que pasaba, así que iba a esos lugares, interrogaba a los fisi y les obligaba a parar porque cuando fui nombrada jefa me propuse acabar con esa práctica. Desde entonces no ha habido casos aquí, pero sí que sigue sucediendo en otros lugares del país. Nos queda mucho trabajo por delante.

Fuente: https://elpais.com/

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